La clases sociales. Erik Olin Wright

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Calle Preciados. Madrid – Manolo Gómez (Creative Commons)

Erik Olin Wright es un especialista en las clases sociales Desde la década de 1980 a nuestros días, no ha dejado de oponer resistencia a la tendencia de las ciencias sociales a renunciar al análisis de las clases. Esto es fácilmente comprobable con solo leer los títulos de sus obras: The Debate on Classes, Reconstructing Marxism o también Class Counts. En las décadas anteriores, las clases, por supuesto, eran omnipresentes. Wright ha publicado numerosos trabajos empíricos referentes a la evolución de la estructura de clases de diferentes países. La interacción entre la teoría social y la sociología empírica es una de las marcas distintivas de su obra. Esa interacción lo ha llevado asimismo a hacer incursiones en el dominio de la filosofía política normativa y a discutir, por ejemplo, la «teoría de la justicia» de John Rawls. Para Wright, el problema de las clases sociales se divide al menos en cuatro subproblemas; la cuestión de la estructura de clase, la de la génesis (histórica) de las clases, la de la lucha de clases y, por último, la de la conciencia de clase.

Un tema que ha atraído la atención de todos los teóricos contemporáneos de las clases sociales es la cuestión, espinosa si las hay, de la clase media. El asunto resultó ser tan problemático para los pensadores críticos como la persistencia inesperada durante el siglo XX del nacionalismo o de la religión. Una hipótesis central de Marx y los marxistas es la de la polarización de la sociedad. Según ellos, la sociedad tenderá cada vez más a limitarse a dos clases sociales –la burguesía y el proletariado– cuyo enfrentamiento desembocará en la transición al socialismo. Todas las demás clases situadas entre esas dos o alrededor de ellas (las clases medias, el campesinado, el lumpemproletariado) están destinadas a desaparecer. Pues bien, esta predicción evidentemente no se ha cumplido. La estructura de las sociedades capitalistas se ha vuelto más densa y más compleja, en lugar de simplificarse y polarizarse. En particular, las clases medias se han dilatado, sobre todo a partir de los trente glorieuses. La «pequeña burguesía» –los pequeños comerciantes o los funcionarios, por ejemplo– existe desde los orígenes del capitalismo. Pero hay nuevas categorías sociales que se han agregado a la estructura de clases, entre ellas, el personal superior de las empresas, los gerentes y hasta los «expertos» de toda índole.

Los teóricos de las clases sociales han adoptado diversas actitudes ante este problema. Algunos han sostenido que la «medianización» de la sociedad es una ilusión, que el aparente ensanchamiento del centro de la estructura social oculta en realidad, la profundización de las desigualdades. Esta posición ha cobrado nuevo interés desde la aparición del neoliberalismo con, por ejemplo, la hipótesis de la «sociedad reloj de arena». Pero, al final de los trente glorieuses era difícil de sostener. Otros autores, como, por ejemplo Nicos Poulantzas, Alvin Gouldner o Serge Mallet, han sostenido que el capitalismo había suscitado la aparición de clases sociales de un tipo inédito. El concepto de «nueva clase obrera», que estuvo en boga en la década de 1970 y hasta el de «clase gerencial» (que designa una región diferente de la estructura de clase), se cuentan entre los intentos de explicar la novedad de este fenómeno. En algunos casos, la nueva clase es un segmento de una clase social ya existente que termina por hacerse autónoma. En otros, se trata de una clase enteramente nueva.

Erik Olin Wright ha propuesto una solución original a este problema presentada a través del concepto de «localizaciones de clase contradictorias» (contradictory class locations). En esta perspectiva, las clases medias no constituyen una clase en sí mismas. Los individuos que las componen se sitúan simultáneamente en varias clases sociales que, por añadidura, tienen intereses a menudo contradictorios. El personal superior y los gerentes son ejemplos claros de esta situación. Por un lado, son empleados, es decir que no son propietarios del capital ni de los medios de producción de la empresa en la que trabajan. Por supuesto, hoy es frecuente que las empresas hagan participar de los intereses y beneficios de la firma a algunos de estos empleados (mediante las stock options, por ejemplo), lo cual hace que su situación sean aún más compleja. Pero, desde el punto de vista estricto de las relaciones de propiedad, esas personas son, ante todo, asalariados. Por otro lado, sus intereses se oponen a los de los demás empleados, porque disponen de autoridad sobre ellos dentro de la empresa o porque poseen aptitudes que escasean y que les dan derecho a una remuneración abultada. Estas categorías sociales están pues escindidas. Cuanto más ascendemos en la jerarquía de las clases medias y nos acercamos, por ejemplo, a los directores generales de las empresas multinacionales, tanto más se asemejan los intereses que encontramos a los de los capitalistas. Cuanto más descendemos en esta jerarquía, tanto más parecidos son los intereses a los de los trabajadores.

El concepto de localizaciones de clase contradictorias tienen numerosas consecuencias, tanto teóricas como políticas. Hay que destacar, en primer término, que las clases que ocupan las localizaciones de clase contradictorias han cambiado en el curso de la historia. Si en el capitalismo, el personal superior está escindido, en el sistema feudal era la burguesía la que se dividía en los diversos estratos. Sus miembros se repartían entre, por un lado, la aristocracia, a la que algunos burgueses lograban sumarse comprando títulos nobiliarios y, por el otro, las clases populares. En un régimen «socialista burocrático» tal como existió en la URSS, el grupo que podía ocupar esa posición era la inteligentzia que compartía ciertas ventajas con los miembros de la nomenklatura (la burocracia del partido único), pero conformaba una clase distinta de esta última. La estructura social es siempre compleja: genera posiciones contradictorias independientemente del sistema que se considere.

El carácter contradictorio de la estructura de clase plantea el problema de las alianzas de clase en el momento de los movimientos sociales y de las revoluciones. En situaciones de cambio social, las clases que ocupan una localización contradictoria en la estructura social tienen muchas opciones. Pueden defender el orden establecido, aliándose a las clases dominantes. El vuelco de las clases medias hacia el bando de las clases dominantes ha sido el caso más frecuente en la historia política moderna. Pero, quienes ocupan una localización contradictoria también pueden considerar que su interés está del lado de la transformación social y aliarse a las clases populares. Según Wright, todos los fenómenos revolucionarios de verdadera amplitud se han sustentado en este mecanismo. Sea como fuere, en su opinión, la lucha de clases siempre compromete a actores heterogéneos. Por lo tanto, es un error contar con la simplificación o la polarización de la estructura de clases. La cuestión de las alianzas no es, en este sentido, únicamente táctica, también implica cierta concepción de lo que son las clases sociales.

Explotación – Dominación

Para este autor, el mecanismo que está en la base de la estructura de clase de las sociedades capitalistas es la explotación. Este concepto que antes era omnipresente hoy ha virtualmente desaparecido de las ciencias sociales contemporáneas. Buscaríamos en vano en las principales revistas de sociología actuales, del país que sea, alguna referencia a esta noción. Si a algún autor se le ocurre hacer alguna referencia a este concepto, siempre lo hace en un sentido vago. La tendencia actual, aun entre los pensadores situados decididamente a la izquierda, consiste en sustituir el concepto de explotación por el de dominación que supuestamente abarca más y es más claro. Así es cómo la noción de explotación prácticamente no aparece en los escritos de Pierre Bourdieu. Siempre se trata de dominación, hasta cuando sus análisis se internan en el campo económico. La generalización del concepto de dominación en detrimento del de explotación es concomitante con la renuncia a darle un lugar central al conflicto entre el capital y el trabajo y con la idea –promovida por Bourdieu y la mayoría de los pensadores críticos actuales– según la cual la dominación es siempre plural.

Según Erik Olin Wright, el capitalismo se nutre de la explotación, lo que implica la necesidad de mantener ese concepto en el corazón del análisis. La explotación es una relación social distinta de la dominación que esta última no puede subsumir. A fin de analizar la especificidad de la explotación en relación con otras formas de opresión, Wright compara la situación de los indios de América en el momento de la llegada de los colonos europeos con la de los trabajadores en la sociedad estadounidense del siglo XIX. Los amerindios fueron víctimas de un genocidio, lo cual atestigua que los colonos no tenían ninguna necesidad de ellos en el plano económico. Un dicho de la época afirma así que el «único indio bueno es un indio muerto». Según Wright, este caso remite a una forma de opresión «no explotadora» (nonexploitative opression) que puede llegar hasta la supresión física de la población oprimida. La explotación es un fenómeno muy diferente; en esta situación el explotador tiene necesidad del explotado pues su propio bien material depende del trabajo de este. Por ello, aun cuando hasta pueden haberse producido verdaderas masacres de clase, los capitalistas están obligados a refrenar en cierta medida la violencia que ejercen contra los trabajadores. La frase «el único trabajador bueno es un trabajador muerto» carecería por completo de sentido.

Wright alega que la explotación se basa en tres principios. En primer lugar, el principio de «bienestar invertido interdependiente» (inverse interdependent welfare principle). Este principio afirma que el bienestar del explotador depende causalmente del malestar del explotado. Esto implica que los intereses del explotador y del explotado son necesariamente contradictorios; la lucha que libran entre sí no es un fenómeno contingente. En suma, los ricos son ricos porque los pobres son pobres. En segundo lugar, la explotación reposa en el «principio de exclusión» (exclusion principle). Este sostiene que el explotado está excluido de la posesión o del control de ciertos recursos y medios de producción importantes. Este principio remite en última instancia, a la distribución (por definición) inequitativa de la propiedad privada en el capitalismo. En tercer lugar, la explotación procede del «principio de apropiación» (appropriation principle). Los individuos que controlan los medios de producción se apropian del producto de la actividad de aquellos que así son despojados. El principio de apropiación es lo que distingue la relación de explotación de las formas de opresión no explotadoras.

El análisis de las clases no es un monopolio del marxismo. Numerosos sociólogos, inspirados en los trabajos de Max Weber, por ejemplo, como Anthony Giddens o John Goldthorpe (ambos sociólogos británicos), lo practican. Sin embargo, lo hacen sobre la base de supuestos teóricos distintos de los empleados por los marxistas en general y por Wright en particular. Para los weberianos, las clases sociales son ante todo un asunto de diferencia de oportunidades en el mercado. A causa de las posiciones diferentes que ocupan en la sociedad, los individuos están en mejores o peores condiciones de acceder a los recursos disponibles. Para los marxistas, el mecanismo que sustenta las clases sociales no se inicia primero en el mercado sino que opera en la esfera productiva que, por cierto puede tener luego repercusiones en la esfera de la circulación de las mercancías. Por el carácter central que atribuye a la esfera productiva, Wright se ubica en contra de la tendencia dominante de las ciencias sociales actuales y esto no significa que, para él, la dominación masculina o la opresión racial sean políticamente secundarias, ni muchos menos, sino que, en su perspectiva, lo que define, en última instancia, el sistema capitalista en el que evolucionamos y que está en la base del conjunto de las relaciones sociales es la explotación.

El contenido de esta entrada está extraído del libro “Hemisferio izquierda. Un mapa de los nuevos pensamientos críticos» de Razmig Keucheyan

Hemisferio izquierda

hemisferio-izquierda-portadaDesde la segunda mitad de los años noventa, asistimos a un retorno de la crítica social y política. Desde las manifestaciones altermundistas a las movilizaciones contra el genocidio financiero y la corrupción política, las izquierdas se enfrentan nuevamente al reto de transformar el mundo. Sin embargo, la crítica no está solo en las calles, el pensamiento radical ha regresado. Desarrollado por autores como Toni Negri, Slavoj Žižek, Alain Badiou, Judith Butler, Giorgio Agamben, Fredric Jameson, Gayatri Chakravorty Spivak o Axel Honneth, la crítica del capitalismo está viva y goza de una excelente salud.

¿Cuáles son esas teorías que acompañan el surgimiento de las nuevas luchas sociales? ¿En qué se distinguen de las que caracterizaban el movimiento obrero en sus formas tradicionales? Este libro expone y esclarece la diversidad de estos nuevos pensamientos: teoría queer, marxismo y posmarxismo, teoría poscolonial, teoría del reconocimiento, postestructuralismo, neospinozismo, y un largo etcétera.

Amena y clarificadora, esta obra constituye una valiosa cartografía intelectual de vasto alcance histórico y sociológico, así como un instrumento indispensable para orientarse en el nuevo paisaje de los pensamientos críticos.

Hemisferio izquierda. Un mapa de los nuevos pensamientos críticos – Razmig Keucheyan – Siglo XXI Editores

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