En 1936, un periodista estadounidense de treinta y un años viaja a China a entrevistar a los «bandidos» que le habían dicho que había en las colinas occidentales de la provincia de Shaanxi. Allí pasó cinco meses en la clandestinidad entrevistando a Mao Zedong y otros líderes comunistas chinos y viendo la relación del Ejército Rojo con la gente del pueblo. De aquello salió un libro mítico, Estrella roja sobre China, publicado en 1937, una obra de referencia para conocer el origen de la República Popular China, que fue un bestseller en Inglaterra y EEUU.
El periodista era Edgar Snow, y se convirtió en el analista de cabecera sobre China en la prensa mundial. Antes de que los comunistas llegaran al poder, en la medida en que la prioridad era la lucha contra el fascismo y los comunistas chinos eran aliados contra Japón, Snow y sus verdades sobre las políticas de Mao tuvieron un acceso relativamente fácil a los grandes medios estadounidenses, incluso a los de ideología conservadora.
Snow logró sacudirse sus prejuicios y su etnocentrismo occidental y comprender la cultura china y, todavía más meritorio, transmitirla al resto del mundo.
Sin embargo, una vez derrotado el fascismo y con el comunismo gobernando China, Snow vio que cualquier información positiva sobre las políticas del Gobierno chino se silenciaba en los medios importantes de EEUU. Se daba la circunstancia de que en la primera parte de su carrera Snow gozó de una enorme popularidad y aclamación, y que, por el contrario, en la segunda ni siquiera lograba dar salida a sus trabajos. En la década de 1950, si quería publicar algo desmintiendo alguna falsa información de los medios estadounidenses sobre China, tenía que dirigirse humildemente a la sección de «Cartas al director».
He contado todo esto para explicar que Javier García, con este libro de la colección A Fondo, China, amenaza o esperanza. La realidad de una revolución pragmática, bien podría ser nuestro Edgar Snow del siglo xxi. García revolucionó las redes en septiembre de 2021 con un mensaje en Twitter que decía: «En pocos días dejaré el periodismo, al menos temporalmente, tras más de 30 años de profesión. La bochornosa guerra informativa contra China se ha llevado buenas dosis de mi ilusión por este oficio, que hasta ahora había sobrevivido a no pocos conflictos y otras lindezas». Lo explicó con estas palabras:
Lo que me encontré al llegar a China me sorprendió. Por un lado, un país enorme, diverso y en constante transformación, repleto de historias que contar. Un lugar innovador, moderno y tradicional a la vez, en el que se vislumbra el futuro y se juega de algún modo el destino de la humanidad. Por otro, un relato de la prensa extranjera –en su inmensa mayoría– profundamente sesgado, que sigue constantemente la estela de lo que los medios estadounidenses y el Departamento de Estado de EEUU quieren contarnos, da igual lo que pase.
En esa información, llena de lugares comunes, no hay casi espacio para la sorpresa, ni para un mínimo análisis veraz de lo que ocurre aquí. No hay lugar para profundizar en las claves históricas, sociales o culturales. Todo lo que hace China debe ser por definición negativo.
La manipulación informativa es flagrante, con decenas de ejemplos a diario. Quien se atreva a confrontarla o a intentar mantener posturas medianamente objetivas e imparciales será acusado de estar a sueldo del Gobierno chino o algo peor. No se tolera la menor discrepancia.
Efectivamente, después de cuatro años en China, tres de ellos al frente de la agencia EFE, este periodista llega a la conclusión de que el periodismo en los medios tradicionales es inviable para contar lo que sucede en China. Es por eso que nace este libro. Un libro que, como el de Estrella roja sobre China de Edgar Snow, parte de un periodista honesto que sacude sus prejuicios para intentar comprender su cultura. Estas palabras de García suenan idénticas a las que, hace 86 años, inspiraron a Snow:
Intenté aproximarme al país, como a cualquier otro, con la mente abierta y libre de prejuicios. No hay nada peor para un periodista que dejar que las ideologías y las ideas preconcebi- das empañen la percepción de una cultura distinta.
La mayor dificultad a la hora de juzgar a China desde Occi- dente está en el enfoque y la aplicación de nuestros propios valores a una civilización completamente diferente. Pensamos que nuestra forma de ver la convivencia humana no sólo es la correcta, sino que debe ser universalmente aceptada y adopta- da por todas las culturas del planeta.
No dejamos de escuchar cómo asocian China a conceptos como «amenaza» o «desafío». Es curiosa esta obsesión con transmitirnos preocupación y temor hacia un país que no ha disparado un solo tiro fuera de sus fronteras desde hace 34 años, ni ha incautado bienes a sus países deudores, ni los ha forzado a privatizaciones, ni ha promovido cambios de régimen en ningún país, ni conspirado contra ningún Gobierno. Precisamente lo que lleva haciendo EEUU durante toda su existencia.
Las grandes potencias occidentales, EEUU a la cabeza, al ver que pierden la batalla comercial de la globalización ante China, han iniciado una cascada de sanciones económicas contra el libre comercio con el país asiático. Resulta curioso observar que si hace 25 años era la izquierda mundial la que defendía una postura antiglobalización, ahora, cuando es China quien logra convertirse en el socio comercial más seguro y el mejor aliado para el desarrollo de África y América Latina, es EEUU quien está superando al subcomandante Marcos en ataques contra dicha globalización.
Este libro, China, amenaza o esperanza, de Javier García, repasa y responde con rigor y humildad a todas las preguntas que cualquier lector se puede hacer sobre China. Desde los tópicos sobre su contaminación medioambiental hasta las condiciones laborales de sus trabajadores o su comportamiento en derechos humanos o trato a las minorías. Leyéndolo, uno descubre lo rápido que corre el tiempo en China y cómo cambia la situación de hace pocos años a la actualidad. Nada de lo que nos decían sobre China, como el control de natalidad, el aire contaminado en sus grandes ciudades o las regiones rurales empobrecidas, está sucediendo ahora.
Mientras desde Occidente, en el mejor de los casos, seguimos de espaldas a China o mirándola con desprecio, superioridad o temor, su desarrollo tecnológico, sus infraestructuras, su esperanza de vida, su educación o sus medidas medioambientales hace mucho que nos han alcanzado e incluso superado.
Cuando terminé de leerlo, pensé en la fábula de Los tres cerditos. En lo cerca que la posición de EEUU y Europa se encuentra de la soberbia de los cerditos que hicieron su casa de paja o de madera, mientras se reían del tercer cerdito, China, que la hacía de ladrillo. El lobo llegó y logró destrozar las endebles casas de paja y madera, mientras que la de ladrillo se demostró segura y resistente. Lo que no sé es si China nos salvará cuando nuestros endebles sistemas políticos y económicos se desplomen, como hizo el tercer cerdito de la casa de ladrillo.
De momento, les recomiendo que lean China, amenaza o esperanza, disfrutando del privilegio de que Javier García nos cuente de primera mano cómo el tercer cerdito está construyendo su casa segura de ladrillo. No nos vendrá mal tomar alguna nota.
- Presentación de Pascual Serrano en China, amenaza o esperanza de Javier García
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