El pasado mes de enero, el ministro de Cultura español, Ernest Urtasun, anunció un proceso de revisión de las colecciones de museos estatales que para “superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas”. Aquello generó un intenso debate sobre hasta qué punto los museos españoles estaban lastrados por un sesgo colonial. Siete meses después, el Ministerio de Cultura comenzaba a trabajar en un plan que implicará a las colecciones del Museo de América y del Museo Nacional de Antropología.
La controversia es cómo combinar la superación de los tópicos y injustos criterios coloniales con el rigor para mostrar la historia de la que venimos. Y, por supuesto, definir cuáles son esos elementos coloniales que hay que descolonizar. Cómo atender las “reclamaciones feministas, migrantes y ecosociales”. Cuánto de lo existente en nuestro museos es fruto de saqueos y matanzas, exterminios y engaños; y qué resulta más pedagógico, si dejarlo con su rastro de impunidad u ocultarlo a las nuevas generaciones.
Pues de eso trata el libro “Programa de desorden absoluto. Descolonizar el museo”, de la feminista francesa, profesora en el Goldsmiths College de Londres y presidenta del Comité para la memoria y la historia de la esclavitud (www.cpmhe.fr), así como de la asociación «Décoloniser les arts» Françoise Vergès .
“La descolonización de los museos no consiste sólo en el retorno de las obras, sino, sobre todo, en el advenimiento de un museo poscolonial que hay que reinventar, en el que se supriman todas las formas de dominación”.
La siguiente pregunta que aborda la autora es si ¿es posible la descolonización del museo occidental?
No parece que corran buenos tiempos para descolonizar museos: El retorno de los nacionalismos xenófobos (algo que analizamos en este blog: Se acabó la fiesta: la ultraderecha que viene a Europa), la disminución de los fondos públicos destinados a la cultura, el abismo entre Norte y Sur, y entre Occidente y el resto de los países, la imposición del mercado como principal criterio, el papel cada vez más destacado de los multimillonarios y sus fundaciones en la imposición de la agenda cultural. Hoy, uno de esos millonarios puede poseer y posee, más patrimonio cultural que el mejor de los museos públicos. Si ponen en marcha una exposición, o incluso un museo, ¿Quién les toserá a esos para decirle que deben descolonizar sus contenidos? ¿Quién se acuerda hoy de los que está haciendo Israel con el patrimonio cultural de Oriente Medio en Palestina, Líbano o Siria (Gaza, la historia y el mundo al revés)?
Para Françoise Vergès, “descolonizar el museo significa poner en marcha un programa de desorden absoluto, inventar otras formas de aprehender el mundo humano y no humano que alimenten la creatividad colectiva y devuelvan la justicia y la dignidad a las poblaciones desposeídas de ellas”.
Puede parecer utopía, pero la humanidad avanzó gracias a los que no temieron a las utopías.