Se dice que si le debes un poco de dinero a un banco tienes un problema, pero si le debes mucho, el problema lo tiene el banco. Y es que en el mundo hay dos clases de deudores, los que tienen que pagar lo que deben, y si no lo hacen se quedan sin casa, sin sueldo y entran en las lista de morosos, y los que deben muchísimo dinero, que son las bases de nuestros sistemas financieros y de los estados del bienestar. Para entender esto es necesario pensar un poco en la naturaleza del dinero y observar en que se ha convertido la economía mundial, en la que la distancia entre la llamada economía real y la financiera corre el riesgo de convertirse en un abismo.
Nuestro dinero es tres cosas a la vez: una unidad de cuenta, un medio de cambio y un medio de crédito. Gracias al dinero podemos saber cuánto vale cada cosa y establecer equivalencias entre un kilo de patatas, por ejemplo, y uno de naranjas, hasta llegar a creer que como todo se puede sumar y restar, todo se puede comprar y vender. Gracias a él también podemos ir a la compra sin necesidad de llevar pescado para cambiárselo al carnicero por carne. Y por último podemos ahorrar el dinero y hacer que sólo valga en el futuro, o perderlo casi todo, si hubiese una inflación disparatada.
No todo se compra y se vende, y no todo lo que tiene valor de uso se puede intercambiar. No podemos vivir sin aire más que unos pocos minutos, y sin embargo el aire no se compra como no se compra el frío ni la luz del sol en cada lugar del mundo. Todo lo que se compra y vende es lo que se puede medir con un precio y si en el mundo existiese un único país con una sola moneda, alguien podría comprar todo lo que se vende si se quedase con todo el dinero que hubiese. El problema es que no lo querría para nada porque no podría consumirlo todo y además tampoco podría ganar más dinero con su dinero, porque ya lo tendría todo. El dinero funciona bien cuando es un medio entre la producción de los bienes y el consumo y por eso debe estar repartido de alguna manera, pues nadie se va a comer todos los plátanos del mundo ni a ponerse todos los zapatos. De la forma como se reparta el dinero y cómo se mueva, como circule, dependerá que una economía sea sana o esté enferma.
En un país como el nuestro, por ejemplo, todo lo que se produce cada año y se puede medir con dinero forma el PIB o Producto Interior Bruto, ese ser que está cada día en boca de políticos y periodistas. Ese dinero se llama renta y se divide entre lo que se denomina renta del trabajo, o sea los sueldos que se ganan trabajando, y renta del capital, o sea los beneficios de los empresarios, los bancos y las bolsas. Un país con economía de mercado funciona bien si el 75%, más o menos, de su renta es renta del trabajo y el 25% renta del capital. Los que trabajan gastan en comer, vestirse, comprar coches o casas, gran parte o todo lo que ganan, y por eso si hay empleo hay consumo y si baja el empleo baja el consumo, como una pescadilla que se muerde la cola. Los trabajadores ahorran, o ahorraban, parte de su sueldo, gracias a ello los bancos tenían dinero en sus depósitos y funcionaban bien. Señala T. Pikety que hasta ahora un trabajador de unos 50 años tenía un patrimonio: pisos, coches, cuentas, que triplicaba su salario anual. Eso era un síntoma de salud del sistema, que ahora parece ir hacia la desaparición.
El dinero que se invierte para crear fábricas, empleo o inversiones en bolsa no está destinado al consumo. Se explica que ese dinero es productivo con ejemplos como éste. Si tengo dos ovejas y me las como daré un banquete a mis amigos, pero si dejo que crien otras ovejas tendré muchas más con el tiempo. Del mismo modo el dinero no gastado crea dinero, con el interés, y por eso los griegos lo llamaban tókos, tomando la palabra de la cría del ganado. La magia no existe y las ovejas si crían otras ovejas es porque consumen alimentos y energía, lo que es una forma de trabajo. Sin trabajo en último término no se crea riqueza, y por eso los euros no crían euritos al esconderlos en un calcetín. Es necesario que haya dinero para invertir y prestar a empresas y consumidores, el dinero que circula es como la sangre del sistema económico. Hasta no hace mucho se decía que ser banquero era una profesión aburrida: prestabas dinero al 6% y dabas un interés del 3% a tus depositantes. Pero esto se acabó y por eso los grandes ricos son ahora los grandes deudores.
Si invierto dinero en una fábrica puedo ganar mucho, o perderlo todo si mi producto fracasa, pero necesito tiempo para hacer la fábrica, montar la maquinaria y producir y distribuir mi producto. Si la hago bien me haré rico y crearé empleos, pero también puedo hacer otra cosa: invertir mi dinero solo en bolsa o en compra de deuda pública y cambio de monedas: euros por yuanes o dólares. Como las bolsas funcionan 24 horas todos los días en el mercado continuo de internet puedo hacerme rico ya no en horas, sino en minutos, sin producir nada ni crear empleos. Pero claro, así el dinero, que se concentra cada vez en menos manos de modo escandaloso, se alejará de la producción y subirá el paro. Pero ese no será el único problema.
El estado vive de las rentas del trabajo y el capital, a los que quita una parte de sus ganancias con los impuestos. Pero todos los estados viven básicamente de dos impuestos: el IRPF, que pagan los trabajadores y el IVA, que pagan los consumidores. La cosa irá bien si hay mucho empleo y se mantiene el equilibro entre el 75 % y el 25 % de las rentas del trabajo y el capital. El problema es que ahora ese reparto está en el 50% para cada una de estas rentas. Como los impuestos salen de una de ellas, la del trabajo, si el paro aumenta, el estado pierde ingresos y si quiere mantener los servicios sociales tiene que endeudarse. Como quienes le compran la deuda son los bancos, el estado queda cautivo de la banca, a la que rescata de su quiebra para que le siga comprando su deuda con el dinero del rescate. Es lo que pasa en Grecia, a la que el Banco Central Europeo le presta dinero para que se lo devuelva al instante, sin que nadie entienda cómo fue posible que antes le diesen tanto crédito impagable. Y es lo que pasa en España. El 10% del presupuesto del año 2016 está destinado al pago de nuestra deuda pública de un billón de euros, y un paro de 4 millones de personas hace que los ingresos del estado sean insuficientes y se tenga que pasar cada vez más dinero al pago de las pensiones. En este mundo a los bancos y bolsas les va muy bien porque ganan dinero rápido, pero el sistema camina hacia el desastre por una razón muy sencilla y es que solo el bien común es el que logra, no solo que una sociedad sea justa, sino que además funcione mejor. Podríamos decir que solo si la moral política le aplasta la cabeza a la avaricia, los ricos podrán seguir siendo ricos. Venganza de la historia.
José Carlos Bermejo Barrera, catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Santiago, es autor de ‘La consagración de la mentira‘ y ‘La tentación del rey Midas‘.