El Día Internacional de los Trabajadores, es una jornada celebrada desde hace muchos años para realizar diversas reivindicaciones sociales y laborales a favor de las clases trabajadoras de prácticamente todo el mundo. Una de las demandas (más) básicas era la jornada de ocho horas; hacer valer el lema «ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño, ocho horas para la casa», se convirtió en uno de los objetivos prioritarios de quienes protestaban por no disponer (¡siquiera!) de «un minuto para poder pensar». No es el caso de nuestro camarada Jorge Moruno, a quien su dilatada experiencia laboral ha empujado al análisis, a la reflexión teórica, en torno al mundo del trabajo, y a sacar irremediablemente adelante un ilusionante proyecto que aspira (asegura) a que el miedo y la ilusión cambien de bando.
Su experiencia en el Teatro Eliseu de Barcelona, o en el Barcelona Bus Turistic, permitieron a este sociólogo madrileño de 32 años «recabar información que iba a relacionar con un todo mucho más amplio» hasta confeccionar una autorizada «historia del trabajo». Y es que para comprender el empleo (hoy), «es necesario contextualizarlo a lo largo de los años porque el ser humano no ha trabajado siempre de la misma forma, nunca lo ha concebido de la misma forma, y no ha tenido siempre el mismo sentido social». De ahí que Moruno, se remonte a la Antigua Roma (donde surge el concepto proletarii, utilizado para nombrar a todos aquellos que eran demasiado pobres, que carecían de toda propiedad, o el término salario, que hace referencia a la sal), a la Antigua Grecia o al Medioevo, sociedades en las que trabajar era un modo de exclusión, de disciplinamiento moral, sometidos a las necesidades de cada reino.
Aproximación cronológica, que utiliza de lanzadera para desarrollar una profunda reflexión en torno a la idea del trabajo moderno, que brota a partir del siglo XVIII. «A partir de la II Guerra Mundial», asegura el autor, «se forja del todo un organismo regulador de la sociedad en torno a la idea de empleo, una idea que entra en crisis a partir de los ’70». Es entonces cuando surge el concepto que da forma al título de la obra. Un planteamiento que provoca al autor una suerte de éxtasis en la que sacude a propios y extraños. ¿Creación de empleo? «Un engaño», reflexiona frente a casi un centenar de personas en ‘La Central‘ de Callao. «Lo que consigue es bajar porcentajes, no aumentar horas de trabajo». «El 92% de los contratos firmados en 2014 fueron temporales», añade (¡vehemente!), «de los que el 50% no duraron más de un mes: es irrisoria la cantidad de ingresos que suponen sus cotizaciones». Ecuación que resuelve las dificultades para costear servicios públicos. Particularidad que empobrece cada vez más a una población a la que anima a «vacunarse contra la precariedad».
Para extender su discurso («siempre es mejor leer el libro que conocer al autor, pues es ahí donde vuelca sus pensamientos») escribió ‘La fábrica del emprendedor‘, cuyo prólogo firma un Íñigo Errejón que arrancó su intervención celebrando el interés que había despertado el libro. «Qué buena noticia es, en tiempos tan acelerados, un poco enloquecidos, que se llenen las presentaciones de libros», se congratulaba. «Y se discuta de política, y se lean más libros, independientemente de cómo le vaya a las herramientas de cambio político». ‘Alejado’ de su cometido político, el Secretario de Política de Podemos contribuyó a presentar el libro como compañero de fatigas de Jorge Moruno, con quien comparte muchas de las ideas (no todas) que desarrolla ‘La fábrica del emprendedor‘. Una obra «rompedora» que pretende «acabar con ese terrible enclaustramiento que suelen producir los materiales académicos; rastrear, de qué manera los que mandan son capaces de irradiar (apuntó ante la ineludible carcajada general) su forma de ver el mundo al conjunto de las gentes que no viven como ellos». Todo ello, desde el prisma de un trabajador (Moruno), para el que la preocupación por el mundo del trabajo no es estética sino vivida, apunta en el prólogo. «Un trabajador precario, que le roba tiempo a la precariedad para pensar en las condiciones de trabajo, y cómo salir de ellas y/o mejorarlas». Para ello el autor politiza (sin miedo) la vida cotidiana de la gente. «Sólo así podemos empujar para que cambien las cosas que nos suceden día a día en el trabajo».
Y lo hace recurriendo a Tito Livio, al HipHop, al pensamiento del movimiento obrero, a la forma en que se estructuran las entrevistas de trabajo; a los anuncios de televisión, a las películas, a los iconos… «Empeño, por descubrir qué hay detrás de aquellas cosas que, ajenas a la política, pasan totalmente desapercibidas», añadía Errejón. Fue entonces cuando propuso cuatro ideas centrales con las que abrir debate: «¿Qué tipo de cambios se han producido en el trabajo para que vivamos en sociedades que cada vez producen más cosas, que cada vez son más ricas (!) y sin embargo sus gentes vivan situaciones de cada vez más, y más incertidumbre?». O lo que es lo mismo. ‘Riqueza producida colectivamente, apropiada de forma privada‘. «¿Cómo puede ser que existiendo cada vez más gente en situación de incertidumbre, de miedo, que habiéndose generalizado dicha condición, estemos cada día más solos, cada día más fragmentados?», se preguntaba. «¿Cómo puede ser que no se haya construido todavía una narrativa, una identidad común que les permita agruparse, ser fuerza, poder político, y superar esa circunstancia?». En tercer lugar destacaba «la estrecha relación entre trabajo, y política», y por último abogaba por un «catálogo de derechos, de políticas públicas concretas (al margen de los caprichos de los que más tienen) para una ciudadanía del s. XX», mientras ponía de manifiesto el interés de su amigo Jorge Moruno por demostrar que sus propuestas no sólo son más justas, sino más productivas, más eficaces, «incluso en los propios términos del adversario para la producción de riqueza»; un firme argumento que descansa al calor de una última reflexión: «¿En qué medida los grupos humanos más liberados de la presión, del yugo, de la precariedad, del temor, son mucho más creativos, productivos, y contribuyen al bienestar de sus sociedades?». Reflexión. Denuncia. Compromiso.
Un despliegue de nuevas ideas que nos permitirá «profundizar en un carril que empuje las condiciones de posibilidad más allá, que ponga en aprietos a los que mandan», puntualizaba. «Ideas que aunque parezcan alocadas, son ideas que están a la orden del día, lo que las hace convertibles en políticas públicas que hagan a la mayoría una vida más digna, una vida más justa». ‘La fábrica del emprendedor. Trabajo y política en la empresa-mundo’. «¡Empezar de nuevo! Sin partir de cero» (Antonio Negri). Emprendedores del mundo: ¡Uníos!