No todo el mundo se siente tan atraído como yo por estas obras. Los propios contemporáneos de Marx apenas repararon en ellas. Algunos de los textos más importantes de este grupo, incluidos los Manuskripte [Manuscritos de economía y filosofía] y la Kritik, no fueron concebidos para ser publicados y no se conoció su existencia hasta después de la muerte de Marx. Otros sí se editaron en su día, pero aparecieron en publicaciones radicales de escasa e incierta circulación. El artículo «Zur Judenfrage» [«Sobre la cuestión judía»], por ejemplo, se publicó en el Deutsch-Französische Jahrbücher, un periódico que solo tuvo una edición (doble) con una tirada de mil copias, de las cuales unas ochocientas fueron confiscadas por las autoridades . En su época ninguna de las obras publicadas atrajo la atención de la crítica o del público en general.
Los únicos escritos de principios de la década de 1840 reeditados en vida de Marx fueron dos trabajos periodísticos anteriores a lo que nosotros definimos como primeros escritos. Se trata de dos artículos escritos en 1842 sobre la situación de la Alemania contemporánea –uno versa sobre las disposiciones sobre censura que se acababan de promulgar y el otro sobre el debate de la libertad de prensa que tuvo lugar durante la Sexta Dieta Renana– que fueron reeditados por Hermann Becker con el grandilocuente título de Gesammelte Aufsätze von Karl Marx (1851). La singularidad de estas escuálidas «obras completas» es innegable. Parece ser que solo se imprimió un puñado de copias y que se distribuyeron únicamente en Colonia. (Hasta hace poco se desconocía el origen de este insólito volumen.)
Salvo esta excepción aislada, parcial y poco entusiasta, ni Marx ni el resto de sus contemporáneos mostraron demasiado interés por rescatar los primeros escritos de la oscuridad en la que cayeron de forma casi inmediata. Aunque Marx conservó los cuadernos de estudio de esta época, parece ser que era bastante descuidado con las copias de las obras que publicaba. La década de 1840 fue un periodo turbulento y tremendamente instructivo en la vida de Marx. Antes de exiliarse (definitivamente) a Inglaterra (adonde llegó en agosto de 1849) vivió en tres países distintos –Alemania, Francia y Bélgica–. A pesar de ello resulta sorprendente descubrir que fue incapaz de conservar un ejemplar de su primer libro –La sagrada familia, escrito en colaboración con Friedrich Engels y publicado en febrero de 1845–. Hasta 1867 no lograría hacerse con una copia que le regaló Ludwig Kugelmann, un ginecólogo comunista de Hanover que, según Marx le comunicó a Engels, «tiene en su posesión una colección de nuestras obras mucho más completa que la tuya y la mía juntas». En una fecha tan tardía como 1892, Engels tuvo que contactar con Kugelmann para obtener las obras menos conocidas de Marx.
Fue en 1883, después de la muerte de Marx, cuando se intentó por primera vez publicar de forma coordinada e ininterrumpida algunas de sus obras inéditas y agotadas. El impulsor del proyecto fue Engels, que no solo fue el colaborador más cercano de Marx, su albacea literario y una figura muy respetada por el floreciente movimiento socialista internacional, sino que era además –según sus propias palabras– el único «ser vivo» capaz de descifrar la célebre caligrafía de Marx. No obstante, Engels dedicó la mayor parte de sus menguantes energías editoriales a publicar los volúmenes inéditos de Kapital [El capital] y a preparar nuevas ediciones de aquellas obras (ya editadas en su mayoría) que ofrecían directrices prácticas y definidas al movimiento socialista europeo. Las obras del joven Marx no cumplían estos criterios. (Aunque las llamadas «Tesis sobre Feuerbach» sí se publicaron, no se pueden incluir en nuestra definición de «primeros escritos» en la medida en que constituyen un boceto preliminar de Die deutsche Ideologie [La ideología alemana].) De hecho, parece ser que Engels atribuía a los primeros escritos una importancia relativa. Aunque reconocía que su contenido tenía cierto interés, sostenía que el «lenguaje semihegeliano» de las obras de esta época era «intraducible» y que había perdido «en gran medida su significado» incluso en el alemán original . Engels no era partidario de traducir al francés la «Kritik: Einleitung» y afirmaba que el lenguaje de la «Briefwechsel von 1853» resultaba «incomprensible»
A comienzos del siglo XX –como consecuencia, en gran medida, de la aparente falta de interés de Marx y de la desaprobación de Engels– hasta el más ferviente admirador de la obra de Marx desconocía la existencia de la inmensa mayoría de los textos que constituyen el objeto de estudio de este libro. Como mucho, había oído hablar de Die heilige Familie [La sagrada familia], pero no había visto jamás un ejemplar de esta obra.
El primer esfuerzo serio destinado a sacar a la luz los primeros escritos de Marx fue la aparición en 1902 de la obra que Franz Mehring recopiló bajo el título Aus dem literarischen Nachlass von Karl Marx, Friedrich Engels und Ferdinand Lassalle. Sin embargo, en esta edición se incluían únicamente obras previamente publicadas (como Die heilige Familie y algunos artículos de los Deutsch-Französische Jahrbücher [Anales franco-alemanes]).
Habría que esperar al año 1927 para que los primeros escritos de Marx comenzaran a publicarse de forma sistemática como parte de la edición de las Marx-Engels Gesamtausgabe (en adelante MEGA1) dirigida por David Ryazanov, una figura importantísima en la historia de la recopilación, la conservación y la publicación de la obra de Marx y de Engels. Ryazanov publicó versiones eruditas de muchas de las obras del joven Marx que analizaremos en este libro (de la Kritik, de los Manuskripte y de la Auszü- ge aus James Mill entre otras). Sin embargo, a principios de los años treinta, cuando se encontraba todavía en su etapa inicial, el proyecto de Ryazanov fue interrumpido (y los ejemplares de los volúmenes publicados hasta entonces se agotaron enseguida). Aunque se habían publicado los primeros escritos más importantes de Marx, no eran ni mucho menos fáciles de conseguir.
La difusión de la obra del joven Marx y la publicación de los primeros escritos no incluidos en MEGA1 fueron procesos lentos y desiguales. Hasta 1956, por ejemplo, no aparecería una buena edición inglesa de los Manuskripte, mientras que la francesa no vería la luz hasta 1962. (Existían ediciones anteriores, pero no estaban completas o eran problemáticas en algún sentido.) Uno de los acontecimientos más importantes de esta historia editorial fue la publicación de unas nuevas Marx-Engels Gesamtausgabe (en lo sucesivo MEGA2), cuyos primeros volúmenes aparecieron en 1975. Los editores de esta obra se comprometieron a incluir por primera vez todos los cuadernos de estudio de Marx que se conservan. Durante toda su vida, Marx nunca abandonó la costumbre de hacer resúmenes de los libros que leía y de intercalar de vez en cuando sus propias observaciones y críticas. (Se conservan unos doscientos cuadernos de este tipo.) A pesar de las innumerables dificultades y de algunos importantes cambios editoriales, el proyecto MEGA2 continúa en la actualidad. En 1990 el proyecto pasó a manos de la organización «no soviética» Internationale Marx-Engels Stiftung (IMES) y en 1998 aparecieron los primeros volúmenes de esta nueva etapa. No resulta ni mucho menos exagerado afirmar que el conocimiento textual exhaustivo de los primeros escritos es un proceso que no ha concluido: se acaban de publicar algunos textos muy interesantes; aún existen piezas aisladas de la correspondencia que todavía no han visto la luz; algunos artículos conocidos han sido excluidos del corpus; y quedan varias disputas textuales por resolver.
El controvertido estatus de los primeros escritos
El objetivo principal de esta breve historia es poner de relieve la tardía aparición de los primeros escritos. La mayor parte no se publicó hasta unos cincuenta años después de la muerte de Marx. Además, las circunstancias en las que se editaron y se distribuyeron por primera vez no eran del todo favorables. Aparecieron en una época en la que cada vez se identificaba más el marxismo con la experiencia soviética y con el corpus teórico oficial u «ortodoxo» que se articulaba en torno al régimen. El lenguaje y las inquietudes de los primeros escritos no tenían cabida en la versión autorizada del marxismo. El malestar que sentía el estalinismo ante cualquier trabajo intelectual que no se atuviera a los parámetros oficiales se refleja en el destino que corrió el proyecto MEGA1. Una vez interrumpido, muchas de las personas implicadas en él desde el principio «desaparecieron». El propio Ryazanov fue enviado al exilio en Saratov y, aunque se le permitió regresar a Moscú en 1934, fue arrestado de nuevo en la época de las grandes purgas bajo la acusación de «trotskismo» y, finalmente, fue ejecutado en 1938. El malestar estalinista con respecto a estas obras no cesó, pero adoptó otras formas menos dramáticas. En los años sesenta, por ejemplo, a raíz de la publicación de las Marx Engels Werke (editadas entre Moscú y Berlín), los primeros escritos vieron peligrar su integridad al quedar relegados en su mayoría a un volumen sin numerar titulado Ergänzungsband, publicado al margen de la secuencia cronológica del resto de la obra.
En respuesta a esta reacción hostil, otras voces menos convencionales se volcaron con entusiasmo en la obra del joven Marx y, en cierta medida, utilizaron los primeros escritos como un arma contra esa ortodoxia. En determinados círculos, la publicación de los primeros escritos tuvo una buena acogida precisamente porque parecían cuestionar la autoridad del marxismo soviético.
Estas dos reacciones radicalmente opuestas a los primeros escritos quedaron reflejadas en la publicación de los Manuskripte en 1932. A pesar del olvido al que estuvo relegada durante ocho décadas, esta obra tuvo dos ediciones alemanas rivales ese mismo año. La versión del MEGA1 poseía un mayor rigor textual, pero el volumen alternativo tuvo un importante impacto interpretativo. Los editores de esta última versión –Siegfried Landshut y J. P. Mayer– sostenían que en los Manuskripte se revelaba un hilo argumental oculto hasta entonces, presente en toda la obra de Marx, una trama que permitía entender su obra adecuadamente por primera vez y que ponía en duda las interpretaciones oficiales.
Esta pasión por la aparente heterodoxia de los primeros escritos se repitió en varios contextos diferentes. Pensemos en dos ejemplos separados en el tiempo por unos treinta años y en el espacio por varios miles de kilómetros.
Antes de convertirse en una de las figuras centrales del movimiento intelectual conocido como «marxismo occidental», cuando no era más que un ambicioso alumno de posdoctorado de Martin Heidegger en la Universidad de Friburgo, Herbert Marcuse escribió una de las primeras reseñas de los Manuskripte. En este artículo, publicado en 1932 en Die Gesellschaft, Marcuse insistía en que este texto recién descubierto no se podía explicar sin más según las interpretaciones convencionales de Marx, sino que obligaba a realizar una revisión fundamental de esta lectura oficial. Según Marcuse, la publicación de los Manuskripte era un «acontecimiento crucial» precisamente porque cuestionaba las explicaciones ortodoxas del «significado» del sistema teórico de Marx y, en particular, ponía en duda la teoría general del «socialismo científico». (La fecha de publicación de este artículo tiene una importante resonancia histórica; doce meses después, Hitler sería nombrado canciller, Heidegger ingresaría en el Partido Nazi y se convertiría en rector de la Universidad, y Marcuse y su familia abandonarían Alemania.)
En la América de finales de los años sesenta la publicación de la traducción inglesa de los Manuskripte generó una respuesta similar, sobre todo por parte de los fundadores de la corriente intelectual conocida como «Nueva Izquierda». Marshall Berman describe la emoción que le produjo descubrir en 1959, mientras estudiaba en Columbia, la traducción al inglés de la «cábala» que había escrito Marx «antes de convertirse en Karl Marx». Berman compró veinte ejemplares de «esta gran obra destinada a cambiar el mundo» para regalárselos a sus amigos y familiares con ocasión de la festividad de Janucá, entusiasmado con la certidumbre de haber descubierto «algo especial, algo que podía hacer pedazos sus vidas y hacerles felices al mismo tiempo». Esa «obra» la había escrito un «Marx que no era el Marx comunista». La alusión de Berman a la cábala no es del todo casual. Los primeros escritos le ofrecían una posición ventajosa, esotérica y alternativa. Berman tenía a su disposición una literatura sagrada propia que influiría profundamente en las generaciones posteriores; se puede decir que para algunos los Manuskripte eran una segunda Biblia, una obra al menos tan venerada como Kapital o más incluso.
Como demuestran las reacciones de Marcuse y de Berman, mucha gente se alegró de que se publicaran los primeros escritos precisamente porque ponían en duda la autoridad de la interpretación ortodoxa soviética de la obra de Marx. Las respuestas a los primeros escritos se polarizaron desde el principio. Unos consideraban que eran obras de juventud justamente olvidadas, y otros que eran la llave largo tiempo perdida que permitía interpretar correctamente toda la producción marxiana. La cuestión de los méritos relativos de estos dos bandos rivales excede el alcance de este libro. Nuestra intención es más bien hacer hincapié en el modo en que esta Rezeptionsgeschichte –y su agenda política apenas encubierta– ha entorpecido el estudio de la evolución intelectual de Marx y ha distorsionado la interpretación de los primeros escritos. Aunque esta literatura de la interpretación ha dado lugar a varias obras serias y concienzudas, los estudiosos se encuentran atrapados en un marco interpretativo que solo ofrece dos alternativas: «o existe un Marx o existen dos» (es decir, o hablamos de un autor que produjo un corpus coherente cuyos logros efectivos ya habrían quedado demostrados en las primeras etapas de su desarrollo, o de un corpus fracturado cuyos logros de madurez dependerían de la rectificación después de unos comienzos en falso). Esta dicotomía simplista y sospechosa, sumada a sus antecedentes históricos, constituye un obstáculo «externo» que en la actualidad todavía entorpece la interpretación de los primeros escritos y que no debe subestimarse.
Por supuesto que las circunstancias presentes son bastante diferentes. Si bien ese obstáculo «externo» no ha desaparecido, el contexto histórico que lo generó y que lo sustentaba ha cambiado. Me siento tentado a conjeturar, con optimismo, que vivimos en una época propicia para interpretar con rigor la naturaleza y la importancia del pensamiento de Marx. (Por lo menos existen algunas pruebas prematuras y anecdóticas que parecen demostrar que se ha producido una normalización académica entre los estudiosos de Marx.) No cabe duda de que el comunismo soviético contribuyó a distorsionar nuestro conocimiento de la obra marxiana y de que, por tanto, el posterior colapso de este sistema ofrece una oportunidad inesperada para comprender las obras de Marx en lugar de enterrarlas.
El texto de esta entrada es un fragmento de la introducción del libro “El joven Karl Marxo” de David Leopold
El joven Karl Marx. Filosofía alemana, política moderna y realización humana
Esta brillante obra invita al lector a adentrarse en los primeros escritos de Karl Marx. Asumiendo como metodología de trabajo una acertada combinación de enfoques históricos, del contexto cultural e intelectual del joven Marx, y analíticos, de sus brillantes, imaginativos e innovadores escritos, el profesor David Leopold presenta un estudio comprensivo y crítico al mismo tiempo. Así, estudia, entre otras cuestiones, elementos clave como la alienación, el concepto de ciudadanía y el de comunidad, el antisemitismo y el utopismo en el pensamiento inicial de Karl Marx.
Rigurosa y original, El joven Karl Marx es una obra que reinterpreta de un modo convincente y radical la visión marxiana, tantas veces malinterpretada, de la filosofía alemana, la política moderna y la realización humana.
«El joven Karl Marx. Filosofía alemana, política moderna y realización humana» -David Leopold – Akal