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Genealogía de un genocidio: Un ‘diálogo’ entre Shlomo Sand e Ilan Pappé

NO NOS CALLARON ANTES, NO NOS CALLARÁN TAMPOCO AHORA
EL SILENCIO ES LA COMPLICIDAD DEL GENOCIDIO
EDICIONES AKAL CON EL PUEBLO PALESTINO

Gaza se desangra, Gaza se muere, ante la impasividad y la connivencia de la comunidad internacional. El “pueblo judío” sometido históricamente al exterminio, lejos de la justicia contra “el diferente” que siempre ha reclamado para sí mismo,  cometiendo el mismo exterminio contra el pueblo palestino. Del mismo modo que las cursivas se entienden leyendo la obra de Ilan Pappé, las comillas se entienden leyendo la obra de Shlomo Sand. Con este diálogo entre la obra de ambos autores queremos denunciar la situación en Gaza, así como poner luz la arqueología del poder que se esconde y explica verdaderamente un conflicto de décadas que hoy alcanza su punto más crítico a nivel humanitario.

Cuando existe una asimetría tan grande de poder, de armamento, despliegue militar, y apoyo internacional, cuando esa misma asimetría se traslada a la destrucción de territorios, infraestructuras y, lo más importante, de la población (muertes que no bajas) sufridas por un bando u otro ¿hablamos realmente de un conflicto armado, de una guerra o se trata de un genocidio? Si tienes que pensarte la respuesta es que no conoces la verdadera historia.

Se trata de crímenes contra la humanidad, de un genocidio. Un genocidio que además de justificarse por la necesidad de acabar con una organización terrorista como Hamás, que el propio Israel ha financiado (Netanyahu ha reconocido que permitió financiar a Hamás desde Qatar para dividir la causa palestina), también es negado categóricamente por las autoridades israelíes.

Frases como “El genocidio solo está en tu cabeza. Sería el primer genocidio de la historia en el que la población aumenta”, se podían leer en redes sociales como X. Paradojas tremendamente dolorosas que hacen hervir la sangre además del intelecto; de perseguidos a perseguidores, de sufrir el negacionismo a personificarlo. Así lo hemos podido escuchar en diferentes declaraciones:

Isaac Herzog, presidente de Israel: “Es una nación entera la que es responsable. No es cierta esta retórica sobre los civiles no conscientes, no implicados”.

Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas: “No hay medias tintas (…) aniquilación total”.

Nissim Vaturi, vicepresidente del Parlamento israelí: “Son escoria, subhumanos, nadie en el mundo los quiere. Los niños y las mujeres tienen que ser separados, y los adultos, eliminados”.

Pero incluso estas terribles, inhumanas y deshumanizadoras palabras, esconden otra grave mentira. Hemos asistido rotos de dolor un listado de 30 páginas donde se recogen los 15.000 niños asesinados por Israel, 800 menores de un año. A estos, se podrían sumar, como ha alertado la ONU otros 14.000 bebés que podrían morir en Gaza en las próximas 48 horas si no llega ayuda humanitaria. En total, más de 53.000 muertos, desplazamientos masivos y una población atrapada sin acceso a alimentos y salud.

Es la otra prueba que esconde la verdadera razón, el exterminio de la población gazatí: o muerte por bombas o muerte por hambre y sed. A Netanyahu solo le importaba desbloquear la ayuda humanitaria por razones de imagen: a su fiel aliado, EEUU, le molestaban las imágenes de “hambruna masiva” en Gaza.

El exdiputado de extrema derecha israelí Moshe Feiglin, muy cercano a Netanyahu y contrario a la entrada de ayuda humanitaria, pidió la ocupación completa de la Franja de Gaza, con la justificación de que “Cada niño que amamantes ahora en Gaza matará a tu hijo 15 años después».

La convención de la ONU recoge cinco supuestos para la consideración de genocidio, solo es necesario que se cumpla uno de ellos, al menos tres los está padeciendo la población gazatí: “Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial”. “Matanza de miembros del grupo” y “Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo”.

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La lógica del genocida, en el caso de Israel, funciona con el mismo doble rasero con el que opera el silencio y la connivencia internacional. Si alguien se atreve a llamarlos genocidas no es porque, con el derecho internacional de la mano, tengan razones, es porque son judeofóbicos, antisemitas.

Como podemos leer en Una raza imaginaria. Breve historia de la judeofobia (Shlomo Sand), dejando obsoleta la desafortunada querella que equiparaba antisemitismo y antisionismo -querella que es hoy es el caballo de batalla de la defensa del Estado de Israel en su política genocida-, “¿hasta qué punto el sionismo, nacido como respuesta de angustia a la judeofobia moderna, no ha sido un espejo de ella? ¿En qué medida, a través de un complejo proceso dialéctico, el sionismo ha heredado los fundamentos ideológicos que siempre han caracterizado a los perseguidores de los judíos?”

Lógica y doble rasero que, de un lado y de otro del mundo, regando con dinero, mantiene el lobby sionista, como  relata Ilan Pappé en El lobby sionista. Una historia a ambos lados del Atlántico. En 1896, un Estado judío era una quimera. Los sionistas propusieron lugares tan diversos como Palestina y Argentina, y la mayoría de los judíos de Gran Bretaña y Estados Unidos se mantuvieron al margen de los ideólogos. Hoy, el apoyo a Israel es una condición sine qua non de la vida política occidental, y la inmensa mayoría de los judíos se identifican como sionistas. ¿Cómo ha sucedido esto? El célebre historiador desvela cómo un grupo de presión cambió el mapa de Oriente Próximo. A favor del sionismo nos muestra cómo se construyó un peligroso consenso y cómo podría desmantelarse.

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Los grupos de presión proisraelíes convencieron a los responsables políticos británicos y estadounidenses de que toleraran las flagrantes violaciones del derecho internacional por parte de Israel, que le concedieran una ayuda militar sin precedentes y que negaran los derechos a los palestinos. Cualquiera que cuestionara el apoyo internacional a Israel, incluso en los términos más suaves, se convirtió en el blanco de implacables campañas de desprestigio. En esta obra, análisis escalofriante de la negación sistemática de la historia y la humanidad palestinas, Pappé muestra cómo se construyó un consenso inexpugnable en favor del Estado de Israel y como este se podría desmantelar. Una lectura esencial para comprender la impunidad con la que opera el Estado de Israel y la soledad política que padecen los palestinos. 

De forma concreta, Pappé examina la forma en que sucesivas generaciones de historiadores han enmarcado el conflicto de 1948 como una campaña de liberación, creando un mito fundacional que ha permanecido de forma incuestionada en la cultura y la mentalidad de la sociedad israelí en la hasta los años noventa del siglo pasado. El mismo Ilan Pappe formó parte sustancial del movimiento postsionista que surgió entonces, por lo que fue atacado y recibió continuas amenazas de muerte mientras se exponía la verdad de política de exclusión israelita con respecto a sus vecinos y conciudadanos (de segunda clase), los palestinos, y se desvelaba la horrible estructura que vinculaba la producción de conocimiento con el ejercicio del poder.

Todo moderno Estado-nación cuenta con una narración de sus orígenes, transmitida tanto por la cultura oficial como por la popular; entre tales historias nacionales, sin embargo, pocas han sido tan escandalosas y controvertidas como lo es el mito nacional israelí. El muy conocido relato de la diáspora judía del siglo I d.C. y la reivindicación de una continuidad cultural y racial del pueblo judío hasta el día de hoy, resuenan más allá de las fronteras de Israel. Pese a su abusivo empleo para justificar el asentamiento de judíos en Palestina y el proyecto del Gran Israel, se han realizado muy pocas investigaciones académicas sobre su exactitud histórica. En este valiente y apasionado libro, Shlomo Sand demuestra que el mito nacional de Israel hunde sus orígenes en el siglo XIX, no en los tiempos bíblicos en los que muchos historiadores (judíos y no judíos) reconstruyeron un pueblo imaginado con la finalidad de modelar una futura nación. Sand disecciona con la minuciosidad de un forense la historia oficial y desvela la construcción del mito nacionalista y la con­siguiente mistificación colectiva.

El relato histórico del sionismo sobre Israel está construido sobre numerosas falacias y mentiras. Relatos ficticios que nos impiden entender los orígenes y la realidad actual del conflicto y que sutilmente arrojan dudas sobre el derecho moral de los palestinos a la tierra que ocupan. En este innovador y polémico libro, el mundialmente reconocido historiador israelí Ilan Pappé examina los mitos esenciales que asientan el dominio sionista sobre la tierra palestina y que configuran la identidad del estado contemporáneo de Israel. Los relatos que explora Pappe –repetidos hasta la saciedad por los medios de comunicación, impuestos por el ejército de Israel, aceptados sin cuestionamiento por los gobiernos del mundo– refuerzan el statu quo regional. El autor explora de forma incisiva la afirmación de que Palestina era una tierra vacía en el momento de la Declaración de Balfour, así como la formación del sionismo y su papel en las primeras décadas de la construcción de la nación. Se pregunta si los palestinos abandonaron voluntariamente su patria en 1948 y si la guerra de junio de 1967 fue «inevitable». En cuanto a los mitos que rodean los fracasos de los acuerdos de paz y las razones oficiales de los ataques a Gaza, Pappe explica por qué la solución de dos Estados ya no es viable.

De aquellos barros, estos lodos…

En esta obra fundamental, el eminente politólogo Norman G. Finkelstein expone la tesis de que la memoria del Holocausto no comenzó a adquirir la importancia de la que goza hoy día hasta después de la guerra árabe-israelí de 1967. Esta guerra demostró la fuerza militar de Israel y consiguió que Estados Unidos lo considerara un importante aliado en Oriente Próximo. Esta nueva situación estratégica de Israel sirvió a los líderes de la comunidad judía estadounidense para explotar el Holocausto con el fin de promover su nueva situación privilegiada, y para inmunizar a la política de Israel contra toda crítica. Así, Finkelstein sostiene que uno de los mayores peligros para la memoria de las víctimas del nazismo procede precisamente de aquellos que se erigen en sus guardianes.

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