Las tres claves de Zizek para entender a Trotsky

ARTURO NOAIN

La colección Revoluciones de Ediciones Akal pretende acercar a los mayores ideólogos revolucionarios de la historia a través de los grandes filósofos actuales. En esta ocasión, resumimos las claves de Slavoj Zizek presenta a Trotsky:

Un líder incomprendido. Lejos de los problemas históricos que padeció Trotsky con Stalin, Slavoj Zizek incide en que “el judío errante” de la “revolución permanente” no ha tenido lugar ni en el socialismo realmente existente anterior a 1990 ni en el capitalismo realmente existente posterior a 1990. Los ideales que propugnaba siempre han estado desvirtuados, ya sea por la campaña de desprestigio llevada a cabo por Stalin o por las malas interpretaciones posteriores. Fiel reflejo de ello se da en los denominados ex trotskistas que apoyaron a Bush en la Guerra contra el Terror y difundieron una visión domesticada de la figura de Trotsky como un libertario antiburocrático.

Defensor de la dictadura del proletariado. Frente a la democracia parlamentaria que surge en Occidente, Trotsky propone la auténtica democracia del pueblo, pero… ¿Por qué denominarla dictadura del proletariado? Según Zizek, es fundamental este concepto como opuesto a otra(s) forma(s) de dictadura. Sólo a través de la “dictadura del proletariado” manifestada en los soviets salen a la luz las verdaderas opiniones de los trabajadores, sin embargo, a través de las democracias parlamentarias se pasiviza demasiado a las masas y cede la iniciativa del aparato de poder estatal (es decir, a las altas clases sociales).

Una visión lacaniana de Trotsky. No podía ser de otra manera, el filósofo esloveno aplica el psicoanálisis en el discurso del líder soviético. En este sentido, Zizek encuentra una diferencia sustancial en cómo la figura de Lenin influye de forma tan distinta en Trotsky y en Stalin. En Trotsky, Lenin continúa vivo allí donde siguen existiendo personas que luchan por la misma Idea. En Stalin, Lenin se convierte en un obsceno espíritu artificialmente mantenido con vida como un instrumento del poder.

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