Durante años ha habido un mantra en una parte de la izquierda que le impedía hablar de Vox. Según su razonamiento mágico, informar de la ultraderecha era blanquearla y, por tanto, indirectamente ser responsable de su avance. Como en las recomendaciones de las mamás a los niños al pedir que no piensen en fantasmas para que así desaparezcan, su tesis era que si los periodistas, los informativos, los políticos y los analistas ignoraban la existencia de Vox, la ultraderecha desaparecería.
No voy a entrar en si se ha hablado mucho, poco o demasiado sobre Vox. La realidad es que han pasado nueve años desde su fundación, es el tercer partido en votos en España y ha participado, o participa, en diversos Gobiernos autonómicos. O sea, que no ha desaparecido y quizá ya podemos ir asumiendo que hay que contar su historia.
Esto es lo que hace Xavier Rius Sant en este nuevo libro de la colección A Fondo, Vox, el retorno de los ultras que nunca se fueron. El comienzo no puede ser más trepidante: los textos inéditos de Ortega Smith en la revista de Falange Española de las JONS; un Abascal que, tras la quiebra del bar de su esposa, como Scarlett O’Hara, se propone nunca más pasar hambre ni cobrar menos de cinco mil euros al mes; un Iván Espinosa que pasa de llevar los sándwiches a los participantes de los programas de Intereconomía a ser fichado para sus tertulias, y hasta un Vidal-Quadras que llegó a estar afiliado a CiU.
En Vox son fake hasta las firmas de sus fundadores, que las cambiaron a los veinte días en la misma notaría.
Probablemente estemos ante el libro más exhaustivo sobre la historia y los antecedentes de Vox. Partidos, organizaciones, grupúsculos y aquelarres franquistas, falangistas, fascistas, racistas y opusdeístas que han ido naciendo, muriendo, renaciendo, peleándose, reencontrándose, pero siempre recociéndose en su salsa de odio, nostalgia fascista e imperial, capillas de beatos y vírgenes y xenofobia. Ahora pasados por el reload del buen liberalismo económico que les exigen las finanzas patrocinadoras.
A lo largo de las páginas de Vox, el retorno de los ultras que nunca se fueron veremos los momentos de hundimientos, de travesías en el desierto, de luchas por el poder y, por qué no decirlo, de las mieles del éxito. Desde la Transición hasta ahora, contemplamos cómo esta ultraderecha ha adoptado el canibalismo de Darwin, el cainismo de la Biblia, el odio del Mein Kampf y el rechazo a la cultura de Millán Astray.
El libro repasa cronológicamente la historia reciente para insertar en ella la evolución de la ultraderecha. Veremos esos momentos históricos que han incidido en el desarrollo de Vox: el germen xenófobo catalán del partido Plataforma per Catalunya, el procés y el posterior juicio contra sus líderes, el avance de la ultraderecha en Europa, algunas elecciones autonómicas y municipales…
Y, por supuesto, su explotación de la pandemia, de la emigración, de la pobreza, del patriotismo huero y de la nostalgia de tiempos heroicos que sólo existen en su fantasía. Todo lo que puede ser ordeñado y aderezado con bulos para sacarle rentabilidad política se utiliza. Su problema es que esas miserias contra el resto de la sociedad también las aplican dentro de la organización, con sus despotismos, soberbias y depuraciones. Precisamente, en los últimos tiempos Vox está siendo más noticia por sus expulsiones y escisiones que por otra cosa.
Como bien dice Rius, Vox es un potaje de ultranacionalistas, de convencidos de que nos hemos rendido ante ETA, de aquellos que están seguros de que los independentistas destruirán España, de los angustiados por una emigración que creen que nos invade, de los beatos que quieren imponer su moral, de los herederos del fascismo, o de personas que simplemente no entienden avances o claves de convivencia actuales y trabajadores que se ven seducidos por su populismo.
Lo que parece evidente es que Vox no tiene ningún mérito como opción política que pueda mejorar el país, su peligro se fundamenta en el demérito de los demás y en su capacidad de rentabilizar elementos tan dispares como las duras condiciones de supervivencia de los autónomos y la opinión de los hombres que creen verse acorralados por avances feministas que no comprenden, o de los vecinos de la España vaciada que sólo perciben valores y políticas urbanitas. El tiempo nos dirá si ese demérito del resto de los partidos es suficiente para que Vox avance o si sus líderes volverán de nuevo a las cavernas. Porque, como también dice Rius, son ultras que siempre han estado aquí, pero ahora han vuelto organizados aprovechando vientos a favor.
Pero no piensen que este texto es un mero alegato contra Vox. Estamos ante un riguroso trabajo de investigación que no tiene por objeto ser una herramienta política contra la ultraderecha. Xavier Rius es un periodista con una dilatada carrera que ha colaborado en una docena de periódicos, tratando multitud de temas, como pacifismo o diferentes conflictos internacionales, y desde hace diez años se ha centrado en los grupos de ultraderecha y neonazis tanto en Cataluña como en el resto de España.
En este libro, Rius sólo expone realidades para que el lector inteligente, ahora ya documentado, tome la posición que considere. En tiempos de arengas periodísticas desde todos los lados, gritando «comunistas» o «fascistas» a modo de insulto según desde el lugar en que el periodista o analista se ubique, en Vox, el retorno de los ultras que nunca se fueron no se grita, se nos informa para que saquemos nuestras propias conclusiones. O sea, lo que debe ser el buen periodismo.