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Razmig Keucheyan | Hemisferio izquierda

La tendencia del capitalismo a penetrar y explotar nuevos espacios tiene su origen en las crisis que atraviesa periódicamente. A causa de que no hay una coordinación entre los productores, el sistema genera más capitales –incluidas las mercancías pero no solo las mercancías– de los que puede absorber, lo cual lleva a su periódica devaluación. Este fenómeno se conoce en el marxismo con el nombre de «crisis de sobreacumulación», las cuales generalmente aparecen junto con burbujas financieras que, por un tiempo, dan la ilusión de poder sustituir la rentabilidad real. Con todo, el capitalismo tiene los medios de resolver (provisionalmente) estas crisis. La crisis misma, por la destrucción de capitales que provoca, es un medio que permite hacer que la tasa de utilidades vuelva a subir. Harvey ha señalado otro modo de resolución de las crisis de sobreacumulación que ha llamado spatial fix. Hay quienes lo han traducido como «dispositivo espacial» o «solución espacial». Aquí prefiero conservar la expresión original que es suficientemente elocuente.

Spatial fix

El concepto de spatial fix tiene dos sentidos, uno literal y el otro metafórico. El sentido literal remite a la idea de que el capital es una entidad espacial o «territorializada» que, al ser invertida, se fija y transforma su ambiente materializándose en máquinas, transportes y medios de comunicación. El sentido metafórico del concepto de spatial fix remite a la idea de «solución» –to fix significa «arreglar», «ajustar» o «resolver»– del problema de la sobreacumulación del capital. Harvey sugiere así que una de las maneras que tiene el capital de resolver las crisis pasa por el espacio, es decir, más precisamente, por instalar capitales en espacios hasta entonces vírgenes en relación con los capitalistas.

Entre las influencias recibidas, David Harvey reconoce la de Rosa Luxemburg. Esta publicó en 1913 una obra titulada Die Akkumulation des Kapitals. Ein Beitrag zur ökonomischen Erklärung des Imperialismus [La acumulación del capital, Estudio sobre la interpretación económica del imperialismo] en la cual desarrolla una teoría original del imperialismo. Según Luxemburg, lo que explica el imperialismo es el subconsumo que genera la explotación de los trabajadores en los países del centro de la economía mundial. Esta explotación suscita una demanda demasiado débil, incapaz de absorber la producción, lo cual lleva a los países en cuestión a colocar las mercancías resultantes del exceso de producción en otras regiones del mundo. El imperialismo nace de esta necesidad. Cuando hace falta, por supuesto, los términos del intercambio se imponen por la fuerza. Según Rosa Luxemburg, para resolver sus crisis, el capitalismo siempre ha tenido necesidad de un «exterior» no capitalista. Las regiones en las cuales se hacen escurrir las mercancías excedentes no deben ser capitalistas, para no sufrir a su vez crisis de sobreproducción y estar en condiciones de «amortiguar» las de los otros. Por todo ello, el sistema global necesita mantenerlas en un estado no capitalista, es decir, impedirles que se desarrollen. Desde el punto de vista de la acumulación del capital en la escala mundial, el subdesarrollo de amplias regiones del mundo es, en este sentido, funcional.

Harvey recusa la idea de que el subconsumo sea lo que origina las crisis del capitalismo. Él, como la mayor parte de los economistas marxistas contemporáneos, considera que la sobreacumulación de capitales y la pérdida de rentabilidad que engendra constituyen el factor explicativo principal de las crisis. Al mismo tiempo, Harvey señala un elemento cierto en la teoría del imperialismo de Luxemburg. Es acertado sostener que el capitalismo necesita un «exterior» para superar las crisis que atraviesa. Ese «exterior» sirve no solo y principalmente para colocar el sobrante de mercancías producidas en exceso, sino también para absorber los capitales que no están dando suficiente rentabilidad. Ahora bien, ese nuevo contexto de la acumulación constituye precisamente un spatial fix, o sea, una solución (por definición provisional) a la crisis de sobreacumulación y, a la vez, un lugar concreto sujeto a una nueva «producción del espacio» mediante las máquinas, los transportes, las fábricas, las telecomunicaciones, las represas, en suma, todo aquello de lo que está constituido un ambiente industrial dinámico.

En el momento actual, China es el spatial fix global por excelencia. Su transición hacia la economía de mercado a fines de la década de 1970 ha constituido un fuerza centrípeta que absorbe cantidades colosales de capitales extranjeros. El éxodo rural suscita la renovación continua de una fuerza laboral disponible a un coste que no admite competencia, mientras que el mercado interno también crece y en las ciudades se registra un ingreso medio un 10 por 100 mayor cada año. El desarrollo de China tiene implicaciones espaciales evidentes. La multiplicación de ciudades gigantes, pero también las devastaciones ecológicas, entre ellas, las provocadas por la construcción de presas, muestran que el capitalismo es literalmente un productor de espacio.

La tendencia a la sobreacumulación del capital implica que después de haber absorbido los capitales superabundantes, el spatial fix comenzará a producir capital a su vez. Después de la Segunda Guerra Mundial, a causa de las necesidades de la reconstrucción, Alemania y Japón fueron el blanco predilecto de considerables inversiones extranjeras. Sin embargo, a partir de los años sesenta, los dos países ya estaban en condiciones de competir con los Estado Unidos y las demás superpotencias económicas en el mercado mundial. Del mismo modo, China podrá constituir todavía durante varios años o decenios un receptáculo para los capitales globales. Pero, lo cierto es que su tasa de crecimiento actual no podrá mantenerse eternamente. Desde entonces, el capitalismo estará obligado a buscar nuevos espacios de rentabilidad. Cuando un spatial fix deja de ser dinámico, los capitales optan por desertar. Esto es lo que les ocurrió a los centros históricos europeos de acumulación del capital. Los paisajes postindustriales constituidos por fábricas abandonadas a causa de las deslocalizaciones y las poblaciones víctimas del paro masivo en espera de improbables reconversiones, son expresiones de este fenómeno. Como dice Harvey:

Si el capital huye, deja tras de sí un rastro de devastación y de devaluación. La desindustrialización sufrida en determinados núcleos del capitalismo (como Pittsburgh, Sheffield o el Ruhr), así como en muchos otros lugares (como Bombay), durante las décadas de los setenta y los ochenta son lances muy señalados.

La acumulación por desposesión

Para Rosa Luxemburg, el capital siempre tiene necesidad de un «exterior» para superar sus crisis de sobreacumulación. Esta es la razón de que el capitalismo y el imperialismo estén inextricablemente entrelazados pues el segundo es la condición necesaria de supervivencia del primero. El problema, afirma Harvey, es que en la era del capitalismo «tardío» son muy pocas las regiones del mundo que todavía han podido sustraerse a la lógica capitalista y se hace difícil encontrar lugares vírgenes de relaciones capitalistas donde puedan invertirse los capitales excedentes. Sin embargo, es posible «inventar» esos lugares armándolos pieza por pieza. Esto es lo que implica un segundo concepto elaborado por Harvey y que completa el de spatial fix, me refiero a la «acumulación por desposesión» (accumulation by dispossession). Este concepto designa los casos en los que se transforma, más o menos brutalmente, un sector no capitalista de la sociedad en sector capitalista. Este proceso implica «desposeer» a las poblaciones pues la lógica privada del mercado expulsa el modo de organización anterior, generalmente más «colectivo».

Podemos identificar varios tipos de acumulación por desposesión. La privatización de los servicios públicos es uno de ellos. En este caso, una esfera, hasta entonces protegida de la competencia por el Estado –la escuela, la salud, la energía– queda abierta al capital. Se despoja entonces a la comunidad de los ciudadanos en favor de los operadores privados. Otro tipo de acumulación por desposesión es la guerra. Las destrucciones engendradas por los conflictos armados –como la Guerra de Irak, de la que trata The New Imperialism– aniquilan los capitales ya invertidos (infraestructuras, tejido económico) y permiten volver a invertir en lo mismo. En este sentido, las crisis de sobreacumulación están estrechamente asociadas a la guerra. El tercer tipo de acumulación por desposesión son las migraciones, sean estas externas o internas. La expulsión del campesinado y la privatización de sus tierras en países como México o India y la formación de subproletariados urbanos en los barrios precarios de las megalópolis mundiales ilustran esta forma de despojo.

La acumulación por desposesión o despojo se inspira en lo que Marx llama en El Capital la «acumulación primitiva». Esta designa la captura (violenta) de un bien común por parte de una fracción de la población en detrimento de la mayoría. El cercamiento de tierras que antes todos podían explotar en la Europa de los siglos XVIII y XIX es un ejemplo clásico de acumulación primitiva. Lo que pone de relieve la acumulación por desposesión es que la acumulación primitiva debe reiterarse periódicamente a fin de «reimpulsar» el capitalismo, es decir, hacer que las tasas de rendimiento vuelvan a aumentar a un nivel aceptable. Contrariamente a lo que creía Marx, la acumulación primitiva no se limita a los orígenes del capitalismo. Se ha dado de manera regular en diferentes regiones del mundo, a causa de la necesidad que tiene el sistema de encontrar bocas de salida para los capitales acumulados en exceso.

El concepto de «acumulación por desposesión» tiene una interesante particularidad: permite ampliar la noción tradicional de imperialismo y, en particular, permite comprender la relación entre imperialismo «interior» e imperialismo «exterior». El despojo afecta no solo a los territorios «periféricos» todavía ajenos al capitalismo, sino también a sectores donde ya existen las relaciones capitalistas, pero donde, sin embargo, se las ha destruido –mediante la privatización, la guerra, el éxodo– para poder reactivarlas. La acumulación primitiva sigue pues al capital como una sombra.

El contenido de esta entrada está extraído del libro “Hemisferio izquierda. Un mapa de los nuevos pensamientos críticos” de Razmig Keucheyan

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