A lo largo de la historia democrática de la Europa occidental se han sucedido gobiernos de partidos de izquierda que, con más o menos fortuna, han llevado a cabo la socialización del poder y han alcanzado diversos logros y éxitos para las mayorías (pensemos en el Estado de bienestar, la redistribución de la riqueza, la sanidad y la educación públicas, gratuitas y universales…). En la actualidad, todas esas metas se han perdido gracias a las políticas económicas de austeridad que no responden a la voluntad de la gente llevadas a cabo por instituciones consideradas, por ello, poco democráticas.
Recientemente ha ganado Syriza las elecciones en Grecia y, en nuestro país, la derecha ha perdido la mayoría absoluta según el barómetro del CIS y la intención de voto de la población, esto es, llega el momento de la socialdemocracia, pero ¿socialdemocracia para qué?
Esa misma cuestión estaba sobre el tablero político a finales del siglo xix y principios del xx, la cuestión relativa a cómo conquistar el poder desde la izquierda y, después, qué hacer desde esa atalaya. De esa cuestión surge el texto Reforma o revolución de Rosa Luxemburgo, en el que establece que para la socialdemocracia, la reforma social y su revolución forman un todo inseparable y donde el único camino es la lucha por la reforma y la meta, la revolución social. De esta manera se sitúa en las antípodas de Bernstein y contra su pensamiento surge el texto de Rosa. Según este la reforma no ha de tener una meta o fin, sino que la socialdemocracia ha de conquistar el poder para incluir reformas, sin objetivo ninguno.
Ahora bien, socialdemocracia, ¿para qué? Cuando la socialdemocracia alcance conquiste el poder, ¿qué meta tendrá?