Wallerstein y la lógica del sistema-mundo

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«There is no alternative». Si tuviéramos que condensar el presente orden mundial en una única sentencia, sin duda sería la atribuida a Margaret Thatcher, «No hay alternativa». Detrás de esas tres palabras se esconde un mensaje fatídico para los más desfavorecidos de cualquier sociedad, pero esperanzador para aquellos círculos que concentran el poder. En primer lugar, señala que el mercado, el sistema capitalista y la globalización no son solo beneficiosos, sino que son necesarios: cualquier intento o proyecto de orientación opuesta a la que vivimos está destinado al fracaso. En segundo lugar, también conduce a una idea profundamente antidemocrática, a saber, que todo gobierno debe someterse a los dictados del capital: sea el control salarial, la disminución de las protecciones sociales, la desregulación financiera o la deslocalización industrial entre otras muchas exigencias que hemos vivido.

Ahora bien, quedarse en este superficial análisis solo genera conclusiones tan efímeras como los titulares de los periódicos, eslóganes de consumo (¿qué son, si no?), es conformarse con contemplar las piezas de un rompecabezas sin intentar unirlas. Para comprender el significado de estos fenómenos, es indispensable captar sus orígenes, discernir su trayectoria y, sobre todo, superar las limitaciones derivadas del estanco y estancamiento de las disciplinas académicas. Necesitamos un aparato crítico interdisciplinar, un enfoque global, una reconstrucción del pasado que explique y articule el mundo en que vivimos. Y no hay una perspectiva que disponga de mejores herramientas para esta labor que la del sistema-mundo, enfoque del prestigioso historiador crítico y científico social Immanuel M. Wallerstein.

Para Wallerstein el origen del capitalismo se encuentra en el siglo XVI, momento en que comienza a darse un desequilibrio comercial que propiciaba la acumulación y el enriquecimiento de unas naciones en detrimento de otras. De este modo, a lo largo de los últimos cinco siglos, el capitalismo ha ido ignorando cualquier frontera, conectando cada palmo del mundo (ya sea desde una perspectiva productora, comercial o consumidora) y estableciendo como única meta la consecución de mayores beneficios. Es decir, desde el siglo XVI, según se iban extendiendo las relaciones económicas, se ha ido configurando un sistema global donde, según las posibilidades de intervención de las naciones, se han formado distintas zonas de influencia: las regiones periféricas, las semiperiféricas y las centrales.

Las regiones periféricas carecen de poder de influencia, su economía no es industrializada y subsisten en tanto que proporciona al resto de regiones materias primas y mano de obra a bajo precio. Las semiperiféricas disfrutan de cierta autonomía y diversidad económica, pero disponen de niveles medios de riqueza. Finalmente, la zona central dispone de una economía industrializada y dominan el sistema-mundo. Cuanto más al centro del sistema, mejor acceso y posibilidades de mantener una situación favorable, mientras que cuanto más periférico, mayores dificultades de desarrollo. Se configura, de este modo, el sistema-mundo donde las naciones del centro se disputan la hegemonía; los semiperiféricos, el acceso al centro; y los periféricos, la salida de la peor posición de influencia.

Según este enfoque de perspectiva histórica y global, nada es ajeno: cada evento explica dialécticamente los siguientes. Las disputas comerciales, las guerras (de cualquier índole), los movimientos demográficos, progresos técnicos, revueltas y movimientos sociales… todo condiciona y modifica las tensiones en el sistema-mundo. La transformación del modo de producción feudal y la división del trabajo, la conquista de América, las innovaciones en las embarcaciones, las guerras europeas, la Revolución industrial inglesa, las revoluciones de independencia, la descolonización de los distintos países que estaban subyugados a las potencias europeas, la Revolución francesa… cada elemento es clave para comprender el desarrollo, el fortalecimiento y la consolidación del sistema capitalista a escala mundial en el que cada vez se condensa el poder económico en menos manos.

No hay alternativa solo si creemos que la situación actual no tiene precedentes, si no indagamos en los pasos que han conducido al género humano desde la modernidad hasta el momento actual. No hay alternativa si vemos en la globalización de los dictados del mercado y en la búsqueda del beneficio una lógica ex novo.

Immanuel Wallerstein es uno de los científicos sociales más importantes de nuestro tiempo. Profesor de Sociología hasta su jubilación en Binghamton University, SUNY (donde dirigió, hasta 2005, el Fernand Braudel Center for the Study of Economies, Historical Systems and Civilizations), ha sido asimismo profesor visitante en universidades de todo el mundo y presidió, durante la década de los noventa, la Gulbenkian Commission on the Restructuring of the Social Sciences.

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