«Pues voy a dar una fiesta a Autólico y a su padre y creo que sería mucho más brillante si el salón está adornado con hombres de espíritu tan refinado como el vuestro.»
Jenofonte, Simposio, 1
Esta guía de Atenas se sitúa en una fecha inmediatamente anterior al inicio de la guerra del Peloponeso.
Si el visitante tiene buenos contactos en la sociedad ateniense, lo más probable es que sea invitado a algún simposio durante su estancia. Por regla general, las mujeres deben rechazar tales invitaciones, a no ser que sean hetaeras (véase más adelante) o que quieran ser tomadas como tal. Los caballeros, por su lado, deben hacer averiguaciones antes de aceptar. Un simposio puede consistir en una reunión de amigos para discutir el uso de la alegoría divina en las obras de Sófocles o su ritmo de versificación. Dicha discusión puede verse acompañada con la delicada música de una lira y ser regada con un vino tan diluido que sabrá a zumo de uva. Por otro lado, el simposio puede ser algo menos refinado y devenir en una orgía alcohólica con flautistas desnudas, muebles destrozados y vómitos por doquier. También habrá opciones intermedias, así que puedes escoger de acuerdo con tus gustos personales.
Al llegar, el invitado recibirá una pista sobre lo que le espera. El perfume de rosa y mirto es frecuente en las fiestas que giran alrededor de la bebida, mientras que la llamada «reina de la pradera» se emplea cuando se considera que hay que mantener las ideas claras. Los claveles pueden indicar que en la fiesta se servirán delicados entremeses. Los invitados (que serán entre 15 y 30 en número) se retirarán a la habitación de los hombres, el andron, y se recostarán sobre divanes, solos o en pareja. (Recuerda que uno se apoya sobre el codo izquierdo, no sobre el derecho.) La habitación debe estar diseñada, con sus mesas bajas y sus costosas cortinas, para recordarnos de forma discreta que nuestro anfitrión es un hombre de fortuna y buen gusto. Por lo general, el suelo está decorado con un mosaico.
Recuerda que la clave de un simposio reside en su propio nombre –«beber juntos»– por lo que es importante informarse de si la invitación incluye un deipnon, una comida previa. Si es así, asegúrate de coger de los platos más generosos en aceite de oliva para retardar los efectos del alcohol. Una vianda que reúne estas características son las tagenitai, unas tortas de harina de trigo fritas, aunque debes intentar coger sólo aquellas que están mezcladas con miel; la versión salada da sed, lo que dará al traste con tu cuidadoso plan.
Tras la comida se retirarán los platos (y a veces también las mesas) y el simposio dará inicio formalmente con oraciones y libaciones. Una libación es una ofrenda líquida a los dioses, y en este caso se entenderá literalmente como una invitación a participar en la fiesta. El simposio también se cerrará del mismo modo, siempre y cuando los invitados mantengan un mínimo de coherencia. Los participantes serán adornados con guirnaldas frescas compradas en el Ágora esa misma mañana.
El objeto más importante de la habitación será la crátera, un enorme cuenco para mezclar el vino. Normalmente el vino se sirve mezclado con agua, con tres o cuatro partes de vino y una de agua, lo que hace que cada vaso de vino tenga más o menos tanto alcohol como un vaso de cerveza. El interior de este recipiente tiene pequeñas marcas que permiten al director del simposio (conocido como simposiarca) evaluar los progresos del grupo hacia la borrachera.
El grupo puede verse acompañado por varias hetaeras, una palabra que en sentido literal no quiere decir más que «acompañante». Tal como indica la terminación en «as», las hetaeras son mujeres, pero estas mujeres tendrán al menos un pie en el fundamentalmente masculino mundo de la vida social ateniense. Para abreviar, éstas son señoras que no se rigen por las reglas habituales. No son prostitutas (ésas son conocidas como porne), pero es posible que sean bastante liberales con sus favores; aun así algunas limitan sus atenciones a un solo hombre. No son cortesanas, porque pueden ser de condición libre o esclava, y además es posible que alguna de ellas sea más rica que cualquiera de los hombres presentes. Algunas son famosas por su ingenio y sofisticación, y está claro que no son la mascota de nadie. Su común denominador es que no son «respetables».
Estas mujeres beben junto a los hombres y, de hecho, pueden ser las primeras en pedirle al patrón que empiece a repartir copas más grandes para acelerar el ritmo. El tamaño de estas copas (un tipo especial, llamado kylix) ofrecerá otra pista acerca del tipo de fiesta que el anfitrión tiene en mente. Pequeñas copas de poca capacidad (las favoritas de Sócrates) son indicativas de una velada cultural, quizá dedicada a discutir de política u otros asuntos de importancia para la sociedad.
Las copas grandes acaso sugieran una animada representación teatral o coreográfica (en la que los papeles de mujeres muestran claramente su feminidad) y juegos de fiesta, como el kottabos, que consiste en tirar los posos de uva de nuestra copa contra un plato situado al otro lado de la habitación. Por lo general, el plato se coloca haciendo equilibrios sobre un candelabro, por lo que un disparo certero lo derribará.
Por regla general la velada se iniciará de forma tranquila, con el simposiarca introduciendo temas de conversación. En esta fase se considera de mala educación mantener conversaciones privadas con nuestros vecinos, porque eso va en contra de la idea de la creación de lazos de grupo, que es el propósito de los simposios. Nuestros comentarios deben ir dirigidos a todos los presentes, y se considera que las buenas maneras (y un buen olfato social) exigen moderar nuestros comentarios, evitando decir demasiado o demasiado poco.
A medida que la noche avance la celebración irá perdiendo formalidad. Se abre la veda a las conversaciones privadas, y algunos comenzarán a jugar al kottabos, a los dados o a otros juegos de mesa. Algunos simposios, sin embargo, nunca llegan a esta etapa, ya que los considerados más elegantes quedan limitados a un moderado consumo de vino y a una plácida conversación.
Tras haber cantado en honor del dios y haber cumplido los demás ritos acostumbrados… Pausanias… comenzó a hablar más o menos así: «Bien señores, ¿de qué manera beberemos más a gusto? Yo, por mi parte, os digo que en realidad me encuentro muy mal por lo que bebí ayer y necesito un respiro». Platón, El banquete, 176a
Éste es el momento en el que hacen acto de presencia los artistas contratados para animar un poco el cotarro. Por ejemplo, esto puede incluir una flautista acompañada de una bailarina, experta en todo tipo de ejercicios acrobáticos y de un hermoso muchacho arpista cuya gracia musical y coreográfica deleite a la concurrencia. Frecuentemente estos artistas forman un conjunto que se gana la vida actuando en este tipo de celebraciones. En el Simposio de Jenofonte, la fiesta termina con una pequeña función en la que un muchacho y una bailarina representan el romance entre Dionisio y Ariadna. La actuación tiene tal carga erótica que la mayor parte de los invitados se apresura a regresar a sus casas a disfrutar de los placeres del lecho conyugal.
En celebraciones menos refinadas los participantes pasan de volver a casa, y la reunión degenera en una orgía en la que las parejas o los grupos de invitados y artistas se dedican a copular sin inhibiciones sobre los divanes. En este tipo de simposio y a estas alturas de la noche el desequilibrio entre hombres y mujeres suele eliminarse por las bajas sufridas por las filas masculinas; muchos de los hombres habrán sido derribados por Dionisio y se encontrarán roncando plácidamente bajo la mesa, sin manifestar mayor interés en esta última fase. Si, por otro lado, parece que el simposio se encamina hacia un final tranquilo, algunos de los invitados más animados formarán una especie de conga (komos) y se lanzarán a bailotear por las calles en busca de otra fiesta. Estos grupos suelen estar mayoritariamente formados por jóvenes hasta las orejas de testosterona, por lo que resulta aconsejable quitarse de su camino y así evitar sus joviales atenciones. Cuando dos de estos grupos se encuentran por la calle, como ocurre a veces, los vecinos son obsequiados con una sesión gratis de boxeo y lucha libre hasta que la ronda nocturna aparece para separar a los contendientes armados de gruesos garrotes.
El texto y las imágenes de esta entrada son un fragmento de: “La antigua Atenas por cinco dracmas al día” de Philip Matyszak.
La antigua Atenas por cinco dracmas al día
Esta ingeniosa guía proporciona toda la información que el turista necesita para un viaje a la antigua Atenas en el siglo V. Podrás descubrir: qué ver; adónde ir; qué comer; dónde beber; ¡y lo que debes evitar! Conoce a algunos de los más grandes filósofos, escritores y artistas que jamás hayan existido. Convive con el pueblo ateniense en el mercado, en la asamblea y en las granjas de su país, y aprende el verdadero carácter de una de las ciudades más extraordinarias de todos los tiempos. La antigua Atenas no era sólo arte, intelecto y política. Este manual detallado pero también irreverente te sumergirá en el lado divertido de la vida ateniense, en las jornadas donde el vino corre, los burdeles y las peleas, aconsejando al lector para evitar posadas donde las camas están plagadas de pulgas (y prostitutas) y la advertencia de que son necesarias antorchas y un escolta para evitar los asaltantes después de medianoche en la ciudad.
Philip Matyszak
Doctorado en Historia de Roma por el St John’s College de Oxford, imparte un curso sobre la Roma antigua, en la modalidad de e-learning, para el Institute of Continuing Education de la Universidad de Cambridge. Es autor de diversos títulos de divulgación histórica, como «Chronicle of the Roma Republic», «The Enemies of Rome» y «The Sons of Caesar».
- La antigua Atenas por cinco dracmas al día
- Libros de Philip Matyszak en Ediciones Akal
- Libros de la colección Viajando al pasado – Akal
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